Las piezas antequeranas son protagonistas en la exposición «El escenario de la ciudad», hasta el punto de que la máscara de Melpómene (musa del teatro y la tragedia) ha sido elegida como motivo principal de su cartel anunciador. Este tipo de máscaras tuvieron una función decorativa en la Villa Romana de la Estación, además de emplearse para ahuyentar el mal de ojo. La muestra se incluye en el programa de Tiempos de Púrpura y gira en torno a la temática inspirada por el Teatro Romano de Málaga. El público puede visitarla en el Palacio Episcopal, junto a la Catedral malagueña, hasta el 14 de enero, de 10,00 de la mañana a 2,00 de la tarde y de 6,00 de la tarde a 9,00 de la noche.
Además de la máscara de Melpómene, se expone otra denominada «Máscara con actor», y un «retrato de filósofo». Todas son piezas halladas en la Villa Romana de la Estación, pertenecen a los fondos del Museo Municipal de Antequera y comparten la muestra con otros elementos aportados por los museos Nacional de Arte Romano de Mérida, Arqueológico de Córdoba, de Écija, de Itálica, Arqueológico Nacional de Lisboa, Arqueológico Nacional de Madrid y Provincial de Málaga.
Las dos máscaras mencionadas son de mármol. La de Melpómene ha sido seleccionada para la exposición por tratarse de un raro ejemplo de representación de esta musa procedente de ambientes privados, mientras que la segunda tan sólo tiene un paralelo peninsular (de menor calidad) en el Museo Arqueológico de Tarragona.
Las dos piezas fueron presentadas a la comunidad científica arqueológica en el pasado Simposio Internacional de Málaga en la Antigüedad, que igualmente era parte del programa de Tiempos de Púrpura. En el congreso antequerano del simposio los diversos especialistas en iconografía clásica avalaron la hipótesis del arqueólogo municipal, Manuel Romero, de que las piezas en realidad fueron diseñadas para su función de antefijas: cubriendo la parte frontal de un ímbrice, teja romana de sección semicircular, que da al exterior del alero (del latín antefixum, «objeto sujeto delante»).
Estas placas se revestían con diversas decoraciones y una de las más frecuentes era, precisamente, la de máscaras teatrales, aunque normalmente elaboradas en cerámica y cualquier otro motivo que se pudiera adaptar a la forma de la antefija. Aparte de su función decorativa tenían un carácter apotropáico: ahuyentar el mal de ojo y atraer la buena suerte.
En efecto, los detalles que presentan las piezas en su reverso (molduras de encaje) no dejan lugar a dudas sobre su utilización para tal fin. Da la casualidad de que es la primera vez en la Península Ibérica que este tipo de piezas aparecen prácticamente in situ, formando parte del derrumbe del tejado del gran patio (peristilo) que era el espacio principal de la villa en la Hispania Romana.
En cuanto al «retrato de filósofo», se trata de una imagen circular, o clípeo, de mármol que decoraba la puerta de acceso a las termas privadas de la villa.